Después de haber dejado sus escarlatas
uñas rasgadas entre las teclas A y Z de su vieja Olivetti; de colmar una copa de
vino tras otra dejando exhausta y vacía la botella. Todo ello almacenando a su izquierda prístinas
hojas de papel, atiborradas ahora, de gerundios, artículos, nombres y
adjetivos. Luego que dieran las negras
manecillas del reloj dos vueltas
completas marcando el inicio de un nuevo día.
Descubrió, con sombría alarma, las bases del concurso donde especificaban
en negrilla: máximo 100 palabras.
Tere Casas© 2014
1 comentario:
Si, hay veces que el limite de palabras no sólo está en los concursos, también en nuestra vida como ciudadanos,o somos nosotros mismos quien nos las limitamos....
Un abrazo
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