Un día llegó. Cambió los verdes por ocres y acolchó el adoquinado
de cálidos colores, dándole sensación de profundidad a nuestros pasos. No vino
solo, le acompañaba el inseparable viento, quien con su soplo maquillaba la
ciudad de sepias. Chocolate humeante, castañas y boniatos
asados. No era un extraño. Era, nuevamente, Otoño.
Tere Casas © 2018 Seleccionada por Diversidad Literaria (Otoño e Invierno IV)