Se miran y se olfatean. El antílope grácilmente cierra sus párpados. El verde mirar del tigre se hunde en él, haciéndole temblar asustadizo. Comienza una carrera entre la maleza. En diagonal. En círculos. El frágil e inocente animal respira afanosamente, mientras el felino astuto y experimentado huele el miedo de su presa, en esa galopada donde tiembla la comarca al avecinarse el cruce de destinos. No vence la perfidia en esta contienda sino la naturaleza en la tierra de ritmo en sequía.
Tere Casas ©2014
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