
De qué me sirve tenerte si no puedo apenas rozar tus delicadas hebras de plata.
De qué me sirve acariciarte día a día si no emites gemido alguno.
Sé que no has dejado de amarme, pero me inquieta éste pesadumbroso silencio.
Ella ha llegado y se ha interpuesto entre ambos…
la parálisis de mis dedos!
Tere Casas
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